En los últimos días, hemos pensado sobre nuestro tiempo
en el Costa, en cómo es que este será nuestro último año como estudiantes del
Cervantes Costa Rica, y al analizarlo nos dimos cuenta que los pequeños
detalles son los que forman al Costa. Pero, ¿realmente sabemos quiénes somos?,
¿quiénes nos queremos volver? Aún más importante, ¿cómo es que el Costa nos
ayuda en convertirnos en eso?, pensando en esto decidimos investigar sobre
generaciones pasadas, las cuales todas parecían tener algo único o algo
especial, pero a la vez todos tenían algo en común, al principio no podíamos
encontrar el que era, entonces al platicarlo con una maestra que también era
exalumna, pudimos ver que era… el amor por el Costa.
Antes, los alumnos parecían tener un entusiasmo mayor que
el que se percibe actualmente. Ya que, con el paso de los años se han perdido
tantas “tradiciones”. Por ejemplo, antes existía algo llamado “la mojada” que
consistía en llevar una pipa de agua a las canchas y mojarse entre todos, o las
competencias que se hacían en las épocas navideñas.
Con el paso de los años, el Costa cambia al igual que sus
alumnos. Muchas tradiciones se acaban, pero llegan otras. Pero las pequeñas
cosas que hacen al Costa siempre están presentes, en ese momento el Costa deja
de convertirse en una institución y se convierte en un sentimiento. Ese
sentimiento que te da al no encontrar la credencial, el que te da cuando tu
credencial o la maquina no funciona y sientes esa presión porque se hace fila
detrás de ti, ese sentimiento de EDEPREM, cuando sacas examen perfecto en una
materia, cuando llegas a conocer a tus maestros, los campas, y así podríamos
seguir por mucho tiempo más.
Comentarios
Publicar un comentario